Cuando estábamos duchándonos un portazo nos aviso de la llegada de alguien, la tensión comenzó a invadirnos, ¿sus padres? Teresita se enfundó en una toalla y salió rápida y veloz a encontrarse con la visita inesperada, que no era otra que su hermano, su gran, gran hermano.
El hermanísimo tenía 22 años, estudiaba derecho y estaba impresionante.
Nos pillo de lleno y las mentiras de Teresita tan solo consiguieron que riera a carcajadas, parecía no importarle demasiado que su hermana aprovechase la casa para su disfrute personal, siempre y cuando controláramos y con la condición de que no se viese involucrado en el caso de que sus padres se enteraran.
Cosa que pudo haber pasado ya que durante un par de meses la casa de mi añorada Teresita fue nuestro, llamémosle, santuario del Sexo en mayúsculas.
Durante ese tiempo yo note muchas cosas respecto al hermanísimo, me daba un morbo flipante, me la ponía más dura si cabe el saber que estaba (alguna que otra vez) en la habitación de al lado mientras nosotros follábamos como animales y es que a la niña le iba el sexo fuerte, ser sometida y toda la parafernalia que esa práctica conlleva, aparte de sentir sus miradas (intensas y llenas de algo que descubrí tiempo después) cuando charlábamos…
Por que tras el polvo a veces nos íbamos al salón y él estaba un rato con nosotros, de charla, risas y demás.
Lo mío con Teresita terminó un día cualquiera al igual que empezó, quiero decir que estaba muy bien el tema, sensacional es la palabra para describir el sexo, éramos unos amigos cojonudos, pero tanto ella como yo sentíamos que si continuábamos con esa historia podía pasar algo que no buscábamos, una relación formal… una pareja firme… falta de libertad…
Vale que pudo influir que mis padres viendo el resultado nefasto de mis notas decidieran cambiarme de instituto tras el primer trimestre y es que aunque continuásemos viéndonos ya no era ni iba a ser igual.
Recuerdo nuestro ultimo polvo, nuestras caras, sus besos, una ternura que hasta entonces no había salido ni por su parte ni por la mía…”nos llamamos eh” ambos sabíamos que quizás lo hiciésemos pero iba a tener nuevos compañeros, el centro no estaba precisamente cerca del anterior…podía no funcionar…
No volvimos a encontrarnos, ni siquiera a llamarnos por teléfono, hasta mes y medio después cuando me tope con el hermanísimo en las cercanías de mi nuevo instituto.
¿Casualidad?