domingo, 5 de octubre de 2008

Un parque, mal rollo y pelo cano.

Días después, a regañadientes, mi chica aceptó echar un polvo -ó follamos ó lo dejamos- ese fue mi ultimátum, naturalmente lo que no se hace por deseo, si no por obligación, no termina de salir bien y en este caso no hubo sorpresas.
Una noche de viernes, con un frío tremendo, en un parque (en el que nos saltamos la verja dado que a partir de cierta hora no se podía pasar) bonito, eh!
Tras unos besos, sin gracia ni morbo alguno, la tía se baja las bragas y me dice que se la meta...
Pero chavalita si no me la has pelao, chupao, magreao... entre esas increíbles tetas, que yo tanto te he comido…
Se la metí, empuje, aquello estaba menos dilatado que el metro a hora punta, hice el papel, me corrí y eso fue todo, un desastre que hizo terminar aquella relación.
Una vez libre continué acudiendo a la citada estación y me di cuenta de muchas cosas, las tiendas estaban infestadas de tíos que buscaban sexo a saco, los militares se cambiaban alegremente en los baños de la estación, los pajilleros se la machacaban esperando a su alma gemela, los que presumían de tamaño te la enseñaban sin problema, los que buscaban cacho que comer… toda una fauna para elegir.
Conocí a un cuarentón atractivo de pelo cano que me llevo a su apartamento en una buena y céntrica calle de la capital, según comprobé compartía casa con un muy famoso humorista de la época aunque este último de palotes nada, chavalitas y señoras…
El cuarentón era atractivo, si no digo su nombre es sencillamente por que no lo recuerdo, fibrado y con buena polla pero tampoco era un Richard Gere al uso.
Fue el primero que me petó el culo, quería saber lo que se sentía, y fui para él como un regalo de reyes, chavalote quinceañero, virgen, guapo y sin experiencia se entrega a cuarentón para su disfrute.
El polvo fue flojo y monótono, no sentí gran cosa más que daño y placer cero, por lo tanto mi culito se iba a quedar cerradito dado que la experiencia no me gusto.

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